NADA

Querido Marco Aurelio, mi gato:

¿Te conté alguna vez esta anécdota? Viajaba yo de regreso a Quito desde Santo Domingo a donde fui a recoger firmas para el movimiento pro vida. Iba en el vehículo de mi amiga Poli de Rosero, entonces ella me contó esta historia que a mí me gusta repetir en algunas ocasiones. Sus hijos asistían a un colegio particular bastante caro; un día ella estaba con otra madre de familia que le dijo:

- El próximo año le cambio de colegio a mi hijo, en este colegio no hay nadie con quien llevarse.

Poli me comentó entonces:

- ¡Qué impresión! Juan Carlos, que te digan que eres nadie en la cara.

Lógicamente Poli no volvió a hablar con esa persona, quien en el clasismo y arribismo que caracteriza a nuestra sociedad, esperaba que ella se una a su comentario, pues es fácil excluirse de la frase que infama uniéndose al denigrante.

Han pasado ya, creo, quince años de esta historia y la he visto, la he vivido, me la han contado otras voces.

Allá una pareja, se besan, se toman de la mano, puede ser que hasta tengan intimidad (exagero en pudor al usar esta palabra, ahora que Netflix trivializa el sexo) y cuando se alejan, uno le pregunta al otro, normalmente el que se enamoró "¿qué fuí para tí?" Recibe entonces la fatídica respuesta: "nada, nadie, ¿y usted y yo, cuando tuvimos algo?". Imagínate que te digan que eres nada en la cara. Suelo yo preguntarle a una vieja amiga si ya tiene un nuevo nada.

Allá un trabajador lo da todo por su empleo, agradece el sueldo que recibe mes a mes, pero da algo más que eso, sacrifica su familia si el trabajo lo requiere, las ocho horas solo una referencia, el descanso, para la vida eterna. Pero el empleador no tiene memoria y si los trabajadores cobraron el sueldo, luego de eso son piezas cambiables, cosas, nada. Hace ya años trabajé para la Universidad Metropolitana, una persona salva legalmente a su rector y le presta muchos otros servicios ¿su premio? el despido. Otro, acredita la sede de Quito, ¿su premio? el despido.

Era Francisco de Borja él que decía, "no serviré a un señor que pueda morirse" Yo tal vez diría, no sirvas donde no eres nada, no te quedes si no eres valorado, tanto en el trabajo como en las relaciones, pues siempre habrá alguien que te reemplace.

Si tú un día faltas, mi hija llorará como si hubiera perdido a un familiar o a un amigo. Extrañaremos tu miau pidiendo que le abran la puerta, tu ronronear interesado ante un pedazo de jamón, tu salto repentino sobre mi regazo para luego lamerte y quedarte dormido. Tú, mi querido felino, siempre serás alguien en una sociedad que ha vuelto nadie a las personas y nada a las relaciones.