El juicio de Nuremberg
- JUAN CARLOS MERIZALDE VIZCAÍNO
- 26 mar
- 3 Min. de lectura
“El juicio de Nuremberg” es el título de una película de 1961, en blanco y negro, que recrea los juicios que se siguieron contra los administradores de justicia durante el Tercer Reich. El Fiscal empieza acusando que destruyeron la ley, y siendo ya personas formadas atentaron contra la justicia, convirtiéndose en corresponsables de crimines y muertes. El defensor público sostiene que ellos, sus defendidos, solo aplicaron la ley, "el juez no elabora la ley tan solo las aplica".
Spencer Tracy representa al juez estadounidense, un viejo juez que se va involucrando en la cultura alemana, en sus contradicciones, en sus valores, para tratar de entender a la sociedad que había amparado al nazismo. En ese esfuerzo se encuentra con Marlene Dietrich que representa a la viuda de un general alemán cuya misión con los norteamericanos es convencerlos que los alemanes no son unos monstruos.
El juicio continúa, un testigo declara que a partir de 1936 con el ascenso del Hitler al poder, la justicia perdió toda independencia, y se sometieron a las nuevas normas. Los jueces se comprometieron con el poder de tal manera que hasta llevaban la esvástica en sus togas.
Uno de los juzgados, representados por Burt Lancaster es un autor de obras, un profesor universitario, un auténtico magistrado. Un gigante como jurista y como pensador. ¿Por qué un hombre como él no se resistió al nazismo? ¿Pudo más el acomodo al poder que los valores propios?
Los nazis eran criminales, de eso no hay duda y en el proceso se reafirman las pruebas ¿Pero eran responsables los jueces de las normas que aplicaban? En un caso aplicaban leyes de esterilización a personas con deficiencias mentales, en otro aplicaban leyes por el delito de contaminación de la raza. Seis millones de ejecutados civiles, uno de los juzgados se asombra de la respuesta de un responsable de campo de concentración también preso, que le cuenta como la ejecución era posible; pero ellos cuando estaban en el poder y con sus togas preferían no ver. Pero los vencedores no tenían superioridad moral sostenía el defensor, recordando las atrocidades de Hiroshima y Nagasaky.
El profesor dice: “Había una fiebre en esta tierra, una fiebre de miseria, de indignación, de hambre. Teníamos democracia sí, pero estaba torcida, corrompida ... Sobre todo había miedo, miedo al presente, miedo al mañana, miedo al vecino, miedo a nosotros mismos, ... solo Hitler nos dijo, levanten la cara … ¿Por qué los más capaces callamos? fue por amor a nuestra patria, que importará si (algunos) perdían sus derechos… para nadie es fácil decir ala verdad, la pena bien merecida, sino supimos fue solamente por qué no quisimos saberlo... convertí mi vida en excremento por colaborar con ellos”.
El defensor no se rinde, recuerda como todos en algún momento pactaron o apoyaron a Hitler. Ellos son tan culpables como todos.
El juez finaliza reflexionando, ¿eran responsables esos hombres de seis millones de muertes? El real cargo era su deliberada participación en un régimen que violaba todo derecho; otros también son responsables, pero los acusados responden por sus actos, cualquier persona que colabora con el crimen es culpable, no todos eran depravados, hombres buenos los apoyaron.
Al final todos son condenados a prisión perpetua.
No sé juzga solo a los monstruos, también se juzga a los que hacen silencio
Una película sin desperdicio. Ya no se hacen películas como éstas.
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