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CARROÑEROS

Los gallinazos vuelan sobre el gran y viejo animal, pero éste se resiste a morir, sigue caminando y en cada paso se compra un segundo más de vida. Se alejó de la manada, hoy está solo, teme acostarse, descansar, porque talvez nunca despierte, lleva tres días sin dormir.

El abogado.

Me llaman de urgencia a preparar el texto de un testamento. Al llegar siento miedo, todos los ojos están hambrientos. Doña Esther me mira y me abraza con cariño, ya son viene años desde que nos conocimos, me parece que son veinte años que se anuncia su muerte, a veces me ha llorado su soledad, me dice que yo debí haberme hecho médico, que soy muy bueno, que no nací para abogado.

Esther.

Muero despacio, me aferro a la vida; de niña nunca tuve necesidad de nada, pero algunas nacemos así, con sed. El valle no estaba poblado entonces, todo era bosque de eucalipto, pastos para las vacas, maizales de chillo, los saltamontes aparecían en cada pisada, en la noche se oía el croar de los sapos. Un niño tomaba hongos a la sombra de grandes pinos y catzos para el tostado, le pregunté “¿Por qué haces eso?" "Me los compran" respondió. Entonces decidí participar en el negocio, a puñetes peleaba con otros niños cada espacio; y, les decía que eran maricones cuando alguno quería ganarme un lugar. Tenía diez años y ganaba ya mi dinero.

Jorge

Hijue puta, la vieja tarda en morir, está es la tercera vez en el año que agoniza y sigue viva. Luego resucita y todos comienzan nuevamente a obedecerle, yo vuelvo a ser el colombiano marica, el chofer a sueldo, el empleadito negro, feo y extranjero, el casado por interés por algún extraño capricho de la vieja. Yo me empeño en decir, a cualquiera que quiera escucharme: “Lo único que deseo es perpetuar su nombre, hacer un mausoleo a la obra de la vieja, el nombre de Esther Molina debe perdurar a su muerte". Los otros son los carroñeros, yo solo quiero trabajar, ellos desean comerse la carne de la vieja. Pero ella resucita y manda al carajo el mausoleo y repite "todavía no me muero". Yo espero, como he esperado ya quince años y me refugio en mi perro, monstruo negro, capaz de matar a una sola orden mía. “Ya morirá la vieja" le digo, me acuesto en sus costillas y espero.

El perro.

Este maldito se olvidó de darme de comer y se acuesta sobre mis costillas a esperar que

muera doña Esther. Nada tengo con esa muerte, yo solo sé que cuando el negro no está o

se olvida, es ella quien me da de comer. Y cada vez que ella agoniza me digo ¿habrá

comida el día de hoy?

El hermano.

Ella hizo fortuna, yo la acompañaba y trabajé para ella cuarenta años ¿en qué nos convertimos? Todos los meses recibí el salario básico, nunca faltó mi sueldo. Cien dólares para matar al negro y paciencia para esperar tu muerte, aguanta hermanita, aguanta, ya está hecho. El perro colombiano no te heredará, aguanta hermanita aguata, que soy tu sangre y te conocí de niña y llevaré flores a tu tumba. Aguanta hermanita. Si al menos te tratará bien.

Esther.

¿Dónde se compra cariño? Cada persona me mira y se pregunta ¿Qué provecho sacaré de la vieja? Trato a un muchacho como hijo y me roba, saco a un colombiano de la cárcel y me caso con él para que me administre la hacienda pensando “él se divorciará cuando yo se lo pida” “él se irá pronto con el primer culo” para ahora el maldito colombiano espera mi muerte y el trámite de divorcio nunca llega.

El falso hijo.

Nos llamábamos como hijo y madre, y yo me lo creí, yo creí que era su hijo. ¡qué le he robado! ¡que me vaya! ¡qué tengo una partida de nacimiento falsa! ¡qué me van a meter preso! No soy tonto, sé que no tengo derecho a nada, ¿qué puedo esperar? talvez si los grandes se matan entre ellos, yo tenga comida un día más, o techo un mes. Un día me llamó un abogado, firme una declaración de que no soy hijo y recibí una compensación económica por desaparecer. Recibo el dinero, me ausento dos meses, vuelvo a presentarme.

Los sobrinos.

Que hagamos silencio dicen y pensamos, cuando muera jugaremos hasta en el cementerio. Correremos por todas las cruces y buscaremos la lápida más vieja. Nadie aquí siente pena, shii, shii, nos sentamos calladitos y repasamos las instrucciones para cuando nos dejen pasar, debemos abrazarla y besarla, el mayor de nosotros debe decir “la extrañamos tía, esperamos se recupere tía”.

Esther

Tres veces me casé con judíos, con ellos aprendí a trabajar, tres veces me casé por dinero o ¿fue por amor? una vez se casaron conmigo por plata. Ahora duermo sobre un millón de dólares y todos quieres tener una parte, ni hermano, mi esposo, mis sobrinos, hasta el perro, esperan mi muerte para empezar a pelear, pero todavía estoy viva. El colombiano, mi nuevo esposo, se viste ahora de señor, usa chaleco y terno; cuando me casé todos lo confundían con un chofer, y él debía decir siempre “mi esposa", para que lo tomen en serio. Se le cae ya la baba, lujuriosamente hambriento de fortuna, ha puesto guardias de seguridad en la puerta, "para que no la mate su hermano" dice, nadie puede hablar conmigo, ni acercarse, debo morir en paz dejándolo a él como único heredero.

El enorme animal de un paso más, y aunque las carroñeros lo siguen a cada instante, él sabe que por lo menos hoy no morirá.

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