Constitución 21.
- JUAN CARLOS MERIZALDE VIZCAÍNO

- 12 nov
- 2 Min. de lectura
Querido gato:
Desde 1830, fecha de fundación del Ecuador, hemos tenido 20 textos constitucionales vigentes. La mayoría de ellos han respondido al cambio de los momentos políticos y al surgimiento de nuevos líderes nacionales.
La Constitución vigente desde el año 2008 ha sufrido ya importantes cambios, al menos 24, entre reformas y enmiendas; las últimas, ayer no más, en el 2024, y las primeras al poco tiempo de su vigencia, en el 2011. Aparentemente, ni al amado gran líder que la impulsó le gustaba.
Yo no voy a hablar de nuestro gusto por hacer constituciones; mi reflexión es más bien sobre nuestra arraigada creencia que nos hace pensar que, cambiando las normas supremas y creando leyes, cambiamos la sociedad.
El modelo francés que se impuso en América Latina determinaba que, ordenando la razón mediante normas, obteníamos resultados de bien común. En la antiquísima tensión entre empiristas y racionalistas optamos por los últimos, y nos convencimos de que la sociedad se cambia con leyes y nuevas constituciones.
Pero el problema es que no nos gusta someternos a las normas, por lo que pronto dejamos de cumplirlas, siguiendo la vieja tradición española de que las normas se acatan, pero no se cumplen.
A nuestros gobernantes, casi de modo unánime, parece que les molestan los límites de las normas; alegremente juran una Constitución que no quieren obedecer. Pero no son solo los gobernantes: somos también cada uno de nosotros, con nuestra relación casi de disonancia cognitiva con la ley.
☐ Veamos algunas frases que ejemplifican lo dicho:
Hecha la ley, hecha la trampa.
Le dejo que haga la ley; yo me quedo con el reglamento.
Las leyes se hicieron para violarlas (frase que cuenta con una versión todavía más grosera).
No busques un abogado que conozca la ley; busca uno que conozca al juez.
No me atrevo a indicar la forma correcta de votar en la próxima consulta popular; solo concluyo con estas ideas:
Si vamos a la Constitución 21, ojalá sea una norma que nos aglutine, una Constitución que nos convoque, una norma que queramos obedecer y defender; no una ley suprema que vuelva a cambiar en 10 años, cuando vuelvan a cambiar las lógicas del poder.
Por cierto, ¿tenemos tú y yo un régimen constitucional que nos une, o solo vivo para satisfacer tu capricho?





Estimado Marco Aurelio:
He leído con atención el texto que te ha enviado tu tutor, el respetado Dr. Juan Carlos, estando totalmente de acuerdo, tengo algunos desacuerdos:
La constitución debe ser como una herramienta efectiva para la construcción de la sociedad, si la herramienta no funciona hay que cambiarla y efectivamente hay como 24 cambios importantes que nos llevan a intuir que se debe reemplazar la herramienta. Por otro lado, soy ingeniero y posiblemente algo no entiendo, pero me parece que la constitución nunca fue y nunca será un elemento que nos aglutine, como no son tampoco otros símbolos patrios que solamente enardecen nuestro corazón cuando juega la selección.
He concluido que nuestra aglutinación nacional debe ser en torno a…