I
Señor, ¿te acuerdas de mí?
Soy yo
Él que clavó tus manos,
El cíniico, el sinverguenza, el mentiroso
Él de mirada torva
Él que antes de cada traición
te besaba.
Soy yo
Él que ahora de rodillas
Extiende sus manos
tan llenas de nada
Él que busca
el sentido de la cruz,
de la vida y del sufrimiento.
II
Érase una vez un joven
postrado de rodillas
buscando saber si existe
Érase un Espíritu
que golpeaba
Una llamada, una vocación
Y ahora la vara quebrantada
La luz que se apaga
Místico sin mística
Sal sosa
Una pregunta
mal contestada
Érase en fin la fe
que se oculta
III
¿Qué me mueve Señor?
Cuando ya no hay
temor ni esperanza.
¿Qué vas a hacer con los perversos?
¿Llenarás de malos los infiernos?
¿Cerrarás los cielos?
Si cuento y cuento bien
cien horas de placer
A cambio y sin equidad
Una eternidad de martirio
Prefiero mil veces
creer en el mito del amor
confiar que es posible
un infierno ... pero sin dolor
IV
Se oculta el sol en Viernes Santo
Parece que en la vida
Dios se esconde
¿Dónde estaba Él
cuando fuí malvado?
¿Dónde habitaba el dia
que por mi nano
el sueño parecía eterno?
Recaigo en cada pasión
Me bebo la última gota
de cada licor
Y sin embargo
Mi alma de rodillas
vuelve a buscarlo
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